martes, 13 de marzo de 2012

BERRI TXARRAK (Sala Apolo 10-3-12)



Aún recuerdo perfectamente la primera vez que vi a Berri Txarrak en directo. Fue durante la gira de presentación de "Jaio.Musica.Hil" (2005) y también en la mítica Apolo. Además tuve la suerte de entrevistarlos junto a mi gran amigo James Begg en la azotea de la sala barcelonesa y comprobar que eran personas muy normales, muy accesibles (a pesar de la primera impresión que puede dar la aparente cara de cabreo constante del cantante y guitarrista Gorka Urbizu). Su espectáculo sonoro me dejó atónito y, digámoslo también, chorreando de sudor debido a que no paré de moverme y a lo abarrotado del lugar.

Pero dejemos el pasado y hablemos del presente, porque si bien la formación del grupo navarro ha sufrido cambios muy notables (el bajista Mikel López "Rubio" y el batería Aitor Goikoetxea dejaron la banda y han sido sustituidos por David González y Galder Izagirre), la esencia de Berri Txarrak continua intacta. Una música potente que derivó del metal más básico y acelerado de sus inicios a unas canciones que encierran la misma pasión de antaño pero quizás con unos arreglos más rebuscados e intentando siempre dar un paso hacia adelante.

El respetable estaba deseoso de ver como sonaban en directo las nuevas creaciones del último disco, "Haria", y como los Berri son gente educada descargaron de golpe cuatro temas entre los que destacaron "Sugea Suge" y el primer single extraído "Albo Kalteak". Lo cierto es que muchas veces es un riesgo comenzar un concierto con canciones nuevas porqué nunca sabes si el público se enganchará rápidamente o estará más pasivo. Dio la sensación que el público se mostraba muy cómodo con estas nuevas composiciones, pero la verdad es que cuando Gorka empezó con el riff de "Izena, izana, ezina" la sala estalló pensando que ahora si que empezaba lo bueno.
A partir de ese momento el concierto siguió una continua línea ascendente con un clímax final que todavía no adelantaré (aunque lo podéis suponer...). Fueron encadenando temazos de todos sus discos, con momentos más reposados como "Eskuak" y "Dortoken Mendean", con auténticos trallazos. Lo cierto es que fue un concierto con el pie del acelerador bastante levantado, Gorka parecía con más empatía que otras ocasiones, sonriendo y hasta explicando chistes en catalán. David y su bajo no pararon de moverse ni un momento, acercándose a un público enfervorizado y tirándose sobre él. 


La cosa iba in crescendo y el sudor en las frentes se hacía más evidente. Encadenaron "Folklore", "Oreka", "Payola", "Berba eta Irudia", "Gure dekadentziaren onenean", "Mukuluak" y la rapidísima "Zirkua" para darse un leve descanso. Aún quedaba más, bastante más. Incluso se atrevieron con una versión de "Sister",  de uno de los grupos más hype del momento como The Black Keys.


Otro de los momentos claves del concierto fue cuando cantaron uno de los temas clásicos de sus directos, la versión de "Sols el poble salva el poble" de los catalanes KOP. Ésta, unida a la siempre reivindicativa "Stereo" causó un fragor popular que se materializó con el público cantando el mítico tema de Manolo Escobar "Que viva España" cambiando la palabra "viva" por "puta". Si bien tengo que poner un pero al setlist es la falta de "Libre", uno de los mejores con diferencia de toda su discografía.
Se acercaba el final y nadie quería que se acabase. La sugerente "Iraila", con Galder tocando la batería de pié, parecía el epílogo perfecto, pero los navarros lo remataron con su gran himno "Oihu". Es escuchar los primeros acordes y volverte loco. Estoy seguro que si hubiera un sismógrafo cerca de la Sala Apolo habría registrado temblores en los aledaños. Una turba uniforme saltaba y danzaba al unísono, cantando todas las estrofas como perfectos vascoparlantes. Un servidor tiene que reconocer que acabó con una incipiente afonía que necesitó con máxima celeridad pastillas para la gola...


En definitiva un gran concierto, con la profesionalidad y entrega que se les espera y que siempre han demostrado. La sonrisa del trío al abandonar el escenario hacía evidente que ellos también estaban muy satisfechos de como habían tocado y de la respuesta del público. Sobre todo se notaba en la cara de Galder, con una sonrisa de oreja a oreja, aplaudiendo constantemente y haciendo el símbolo de la victoria. Una victoria para todos, porque conciertos como este hacen que la música sea esa cosa tan importante y necesaria para sus amantes.

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